Por Ramón Pérez-Maura,
ABC España
La capacidad de algunos políticos para estropear casi todo lo que tocan puede llegar a ser infinita. El viernes 20 de abril Álvaro Uribe, presidente de Colombia, estaba citado en Miami con Al Gore para debatir con él sobre su tema favorito: el medioambiente. La víspera de la cita, Gore canceló la reunión aduciendo las preocupantes acusaciones de violación de los derechos humanos que penden sobre el mandatario colombiano. El arriba firmante ha manifestado su propia preocupación en esa materia repetidamente, pero la intervención de Gore es de las que le quitan a uno la afición.
Colombia -junto con Perú, Panamá y Corea del Sur- tiene pendiente de aprobar en el Congreso norteamericano un Tratado de Libre Comercio, por el procedimiento de fast-track, que impide renegociar los contenidos; o todo o nada. El mensaje que Gore ha lanzado a la mayoría demócrata del Congreso es que Colombia no es un aliado respetable y en el que se pueda confiar. Desde Caracas, Hugo Chávez debía estar aplaudiendo con los pabellones auditivos las palabras de Gore.
El presidente Uribe está afrontando serias acusaciones de colusión con los paramilitares, tanto por su gestión durante los años en que fue gobernador de Antioquia (1995-97) como por las personas de su confianza que desde su administración pueden haber ayudado a paramilitares. Son muy graves cargos de los que Uribe sólo podrá salir bien si su nombre resulta inmaculado, algo que no parece fácil. Mas lo que no tiene duda es que Estados Unidos no puede permitirse castigar a todo un país, el mejor aliado que tiene hoy al sur de Río Grande, por la forma en que la ejemplar democracia colombiana limpia las manchas que pueda tener su edificio institucional.
Como muy bien decía el Wall Street Journal en su editorial del pasado jueves, «Una derrota para el TLC colombiano retrasaría el desarrollo económico en América Latina y representaría una victoria sustancial para la agenda "anti" Estados Unidos de Hugo Chávez. Digannos, ¿quién está perdiendo las Américas?». Desde luego que no es el presidente George W. Bush.
ABC España
La capacidad de algunos políticos para estropear casi todo lo que tocan puede llegar a ser infinita. El viernes 20 de abril Álvaro Uribe, presidente de Colombia, estaba citado en Miami con Al Gore para debatir con él sobre su tema favorito: el medioambiente. La víspera de la cita, Gore canceló la reunión aduciendo las preocupantes acusaciones de violación de los derechos humanos que penden sobre el mandatario colombiano. El arriba firmante ha manifestado su propia preocupación en esa materia repetidamente, pero la intervención de Gore es de las que le quitan a uno la afición.
Colombia -junto con Perú, Panamá y Corea del Sur- tiene pendiente de aprobar en el Congreso norteamericano un Tratado de Libre Comercio, por el procedimiento de fast-track, que impide renegociar los contenidos; o todo o nada. El mensaje que Gore ha lanzado a la mayoría demócrata del Congreso es que Colombia no es un aliado respetable y en el que se pueda confiar. Desde Caracas, Hugo Chávez debía estar aplaudiendo con los pabellones auditivos las palabras de Gore.
El presidente Uribe está afrontando serias acusaciones de colusión con los paramilitares, tanto por su gestión durante los años en que fue gobernador de Antioquia (1995-97) como por las personas de su confianza que desde su administración pueden haber ayudado a paramilitares. Son muy graves cargos de los que Uribe sólo podrá salir bien si su nombre resulta inmaculado, algo que no parece fácil. Mas lo que no tiene duda es que Estados Unidos no puede permitirse castigar a todo un país, el mejor aliado que tiene hoy al sur de Río Grande, por la forma en que la ejemplar democracia colombiana limpia las manchas que pueda tener su edificio institucional.
Como muy bien decía el Wall Street Journal en su editorial del pasado jueves, «Una derrota para el TLC colombiano retrasaría el desarrollo económico en América Latina y representaría una victoria sustancial para la agenda "anti" Estados Unidos de Hugo Chávez. Digannos, ¿quién está perdiendo las Américas?». Desde luego que no es el presidente George W. Bush.
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