27 de abril de 2007

Para que no se olviden sus nombres

Por
Iván Echeverri Valencia

Al cumplirse cinco años de la marcha al Municipio de Caicedo y cuatro de la muerte del gobernador Guillermo Gaviria Correa y su asesor de paz Gilberto Echeverri Mejía, quiero compartir algunas anécdotas de la forma como se organizó y desarrolló la marcha de la reconciliación.

Considerada por algunos como una idea ingenua, pero para quienes tuvimos la fortuna de estar cerca de nuestro Gobernador, embebido en la filosofía de la noviolencia, tenía la firme convicción de que la marcha era el comienzo de un camino para obtener la reconciliación y la paz entre el pueblo antioqueño.

Los caminantes querían demostrarle al pueblo de Caicedo su solidaridad y el repudio por el constante e injusto asedio a que estaban siendo sometidos por parte de los grupos al margen de la ley.

La marcha fue ampliamente compartida por el señor Gobernador, con su equipo de trabajo y con otros estamentos de la sociedad, recibió opiniones divididas acerca de la conveniencia y oportunidad de su realización. No obstante, de una manera resuelta, adoptó la decisión de hacerla sin comprometer la voluntad de sus funcionarios ni de quienes quisieran acompañarlo, para ello abrió una convocatoria pública de inscripción de participantes a los cuales ilustró sobre los objetivos y preparó sobre los elementos esenciales de la noviolencia. De allí surgieron importantes líderes a los que se les profundizó en temas trascendentales como la paz y los derechos humanos, a ellos se les entregaron responsabilidades en la organización, coordinando los diferentes grupos en que se repartieron los marchantes.

Después de una concurrida misa en la Catedral Metropolitana partió la marcha, y luego de un extenuante recorrido por el centro de la ciudad y por la comuna trece, llegamos a la boca del túnel de Occidente, sin ninguna novedad.

La segunda jornada culminó con un recibimiento gigantesco en el municipio de San Jerónimo. Al día siguiente Sopetrán no se quedó atrás y las calles fueron insuficientes para albergar a tantos marchantes ya que cada día se iban sumando más y más.

Luego partimos en otra gran jornada con destino al municipio de Santa Fe de Antioquia. Dada la multitud y lo extenso de la marcha era muy difícil encontrarse con algún conocido, pero esa tarde tuve la fortuna de verme con el doctor Gilberto Echeverri, quien se encontraba feliz por el éxito de la movilización.

Es de anotar que las jornadas se iniciaban con una oración o reflexión dedicada a un municipio o comunidad que estuviera sufriendo los horrores de la guerra. En las horas de la noche, en las diferentes escuelas de los pueblos donde pernoctábamos, se abrían espacios de reflexión y se proyectaban películas de contenido social.

La marcha a Caicedo contó con personajes de la vida nacional e internacional; con algunos un tanto pintorescos y con otros que demostraban la grave crisis social por la cual se debatía nuestro país.

Entre el gentío se hallaba un hombre harapiento provisto de un olor imposible de aguantar, quien se unió a la marcha desde su inicio, siempre al lado del Gobernador, ya que con su malicia sabía que al momento de la hidratación o de las comidas no le iba a faltar nada, pues este iría a compartir y a fe que esto sucedió. Este hombre que en ninguna de las escuelas fue recibido por su olor nauseabundo, se hacía meter a las cárceles de los municipios para poder dormir, era tal su situación que una vez la marcha partía era soltado para que se fuera solo, con su olor.

Fue en la postrera jornada entre Santa Fe de Antioquia y Caicedo, me encontraba a la cabeza de la misma con el Gobernador cuando me pidió que mermara el ritmo porque quería visitar a Juan Bautista, al que había hecho operar por tener una herida infectada.

Horas más tarde nuestro Gobernador y su consejero fueron secuestrados y el día 05 de mayo de 1993 asesinados por las Farc.

Ese hombre, el mismo que caminó al lado de Guillermo y que estuvo a punto de morir dentro de la marcha, reapareció totalmente recuperado, organizando la ofrenda floral que adornó el féretro de nuestro Gobernador.

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