Por Hana Fischer
En momentos en que los vientos del llamado “Socialismo del siglo XXI” están soplando con fuerza por estas latitudes, es oportuno analizar los fundamentos de esa doctrina.
Aunque muy pocos lo tienen claro, tanto el socialismo como el capitalismo son sistemas económicos. La economía es una ciencia. Como tal, los postulados de las diferentes teorías, deben ser sometidos al escrutinio de la razón, de su coherencia lógica y de sus resultados prácticos.
La epistemología, es una rama de la filosofía que se dedica a determinar qué puede ser realmente considerado conocimiento científico y -- como diría Karl Popper (1902-1994)-- qué es tan sólo “metafísica”. Es decir, proposiciones con “apariencia” de ciencia, pero que en realidad son a-científicas y pertenecen al campo de la pseudociencia.
El socialismo en su versión moderna, surgió durante la llamada “Revolución Industrial”. Fueron varios autores los que propusieron diferentes soluciones a la llamada “cuestión obrera”. Sin embargo, no cabe la menor duda que el que tuvo mayor influencia fue Karl Marx. (1818-1883). Con indiscutible arrogancia, Marx se atribuyó la potestad de bautizar a los otros pensadores socialistas de su tiempo como “utópicos”, a la vez que auto tituló al suyo como “científico”.
Pero, el marxismo, ¿tiene bases científicas o es sencillamente “metafísica”?
Determinar esto no es cuestión baladí, porque implica averiguar si a través de su puesta en práctica se obtienen los resultados esperados, o si estamos simplemente ante supersticiones irracionales muy arraigadas, pero cuyos efectos están muy alejados, y quizás hasta son opuestos, a los proclamados por la teoría.
Para indagar eso, remontémonos a mediados del siglo XIX. En ese momento, los estudios de los economistas clásicos habían demolido enteramente por contraproducentes, las ideas basadas sobre fundamentos falsos de los socialistas utópicos. Los socialistas fueron absolutamente incapaces de elevar alguna objeción a las críticas devastadoras de sus esquemas y de adelantar algún argumento a favor de ellas.
Fue entonces que surgió la figura de Karl Marx, con la solución que podría sacar al socialismo de su “impasse”. Como a través de la argumentación era imposible demostrar la veracidad de sus postulados, recurrió al expediente de atacar a la lógica y a la razón, sustituyéndolas por la intuición “mística”. Sobre la base de la dialéctica de Hegel, decidió que hacer “futurología” era una actitud “científica”. Y determinó, que la causa final de la evolución histórica era el establecimiento de la sociedad perfecta, el socialismo, que duraría mil años.
Sin embargo, todavía quedaba por derribar el principal obstáculo a las ideas socialistas, que era la crítica devastadora de los economistas. Este “problema” Marx lo solucionó, aduciendo que la razón humana constitucionalmente estaba incapacitada para encontrar la verdad. Y que la estructura lógica de la mente es diferente en cada clase social. Lo que cada espíritu produce no puede ser otra cosa que “ideología”. Lo que en el léxico marxista significa, una serie de ideas que distinguen a los intereses egoístas de la clase social a la que pertenece esa persona.
Es un misterio insondable el entender, por qué motivo la “clase trabajadora” estaría a salvo de ese “vicio”. Y parece que los que sostienen esta tesis nunca se pusieron a pensar, que si la teoría marxista es correcta, entonces los que patrocinan al capitalismo lo hacen por intereses egoístas, del mismo modo, que lo hacen los que defienden al socialismo. Lo contrario, sería una contradicción y por tanto, absurdo de sostener.
Marx tenía claro que su teoría no estaría a salvo, mientras que no destruyera el prestigio de los economistas. Ludwig von Mises (1881-1973) dice, que eso fue lo que lo indujo a inventar su “ideología-doctrina”. Su única intención fue destruir la reputación de las enseñanzas económicas, ya que era incapaz de refutarlas mediante la lógica y el raciocinio.
El estaba completamente consciente de su impotencia para refutar las objeciones levantadas por los economistas, acerca de la posibilidad de poner en práctica los esquemas socialistas. Además, estaba tan fascinado por el sistema teórico de la economía clásica inglesa, que estaba firmemente persuadido que era inexpugnable. Sus propias ideas económicas son poco más que un balbuceo de las ideas de David Ricardo (1772-1823).
Cuando los integrantes de la Escuela Neoclásica de Economía, William Stanley Jevons (1835-1882) y el fundador de la Escuela Austriaca, Carl Menger (1840-1921), inauguraron una nueva era en el pensamiento económico con su “Revolución Marginalista”, la única reacción de Marx con respecto a la teoría marginal del valor, fue la de posponer la publicación de los últimos volúmenes de “Das Kapital” y ordenar que fueran accesibles al público, únicamente tras su muerte.
Esta obra cumbre de Marx, es una de las más citadas y a la vez, una de las menos leídas. No tienen mayor importancia las inconsistencias que contiene, porque para ser marxista no se apela a la razón, sino a la fe. Sus postulados no son fruto de la labor científica, sino de los prejuicios y de la adhesión emocional.
Sus seguidores recurren a los mismos métodos que Marx enseñó. Cada vez que surgen argumentos que contradicen la teoría, como no pueden ser refutados, entonces recurren al viejo expediente, conocido desde la época de Aristóteles, de la falacia de ataque al hombre. Antiguamente tildaban de “burgués” a cada crítico. Actualmente, tienen la tendencia a llamar “neoliberal” a todo aquello que detestan, y “progresista” a lo que les agrada.
No sólo en el plano teórico se probó la inviabilidad del socialismo. Su puesta en práctica ha demostrado en forma más que contundente, que empeñarse en su aplicación significa recurrir a la fuerza brutal del Estado, a la censura, a la violencia, a la desconfianza y delación entre los habitantes, muertes más numerosas que las que provocaron los fascismos o las guerras, y la desolación general, tanto en el plano espiritual como en el material. Y ni siquiera así, se alcanzan los objetivos proclamados.
Ante este escenario irrebatible, los “místicos marxistas” nos quieren ahora convencer que, no es que sus ideas sean malas o hallan fallado, sino que en realidad, todavía “nunca” se han aplicado en ninguna parte. ¡Dios nos libre de tanta necedad!
“Búsqueda” nos informa en su número del 15 de marzo, que en el marco de un convenio con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la asesora de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Ana María Santestevan, realizó un estudio para determinar cómo están afectando las nuevas reglas de juego en el ámbito laboral, a la generación de empleo en el país.
Una atenta lectura a la información de prensa acerca del documento, nos permite apreciar que el mismo reúne todas las características propias de un análisis poco riguroso, desde el punto de vista científico, y que más bien contiene numerosas manifestaciones de deseos, no confirmadas por la evidencia disponible.
Para empezar, es ampliamente aceptado que la actitud personal del investigador frente a cualquier indagación con pretensiones de ser científica, debe ser imparcial, por lo que debe omitir cualquier referencia a juicios de valor. A juzgar por la crónica periodística, éstas abundan en el documento de marras. Por ejemplo, leemos que “El análisis resume la nueva normativa laboral (ley de libertad sindical, decreto sobre prevención y solución de conflictos laborales, trabajo doméstico, ley de tercerizaciones, Consejos de Salarios, etc.) y justifica esas medidas en que, ‘a diferencia de los anteriores, el actual gobierno se identifica políticamente con las corrientes de izquierda y por primera vez en la historia del Uruguay resulta electo un partido que coincide en buena medida con los intereses de los trabajadores (…) registrándose un movimiento pendular que pasó de proteger los intereses de las empresas, para orientarse o inclinar la balanza a favor de los trabajadores ’ ”.
En ese párrafo no encontramos nada que pueda ser tildado de rigor científico y sí mucho de apelación a la “mística”. Que este gobierno sea un partido que “diga” que defiende los intereses de los trabajadores, de ningún modo es prueba de que las medidas que está tomando realmente socorran a ese sector en su conjunto. El mismo informe nos da la “pista” acerca de a quiénes está beneficiando realmente, cuando menciona que favorece “especialmente” a “la organización sindical”, “un claro fortalecimiento del sector sindical” y al “Estado”, que es lo mismo que decir al sector burocrático y al partido de gobierno.
Además, en concordancia con el polilogismo marxista, se da por sentado que existe tal cosa como ser “los intereses de los trabajadores”, cuando es obvio que los intereses de los diferentes grupos son disímiles y en ocasiones hasta opuestos. Pero lo que está claro, es que se está violentando el principio constitucional que sostiene, que el Estado no puede hacer diferencia entre las personas, más que aquellas que se derivan de “sus talentos y sus virtudes”.
Confirmando la falta de rigurosidad científica, el documento incurre en el grosero error de dar como probado que, “la convocatoria a los Consejos de Salarios, el incremento de los salarios tanto en el sector público como privado, el fortalecimiento del actor sindical y la creación de normas sobre fuero sindical no impactó negativamente en el mercado de trabajo, sino que, por el contrario, se advierten claras señales de recuperación en los niveles de empleo en el país”. Sacar conclusiones tan categóricas tomando en consideración un período tan breve de tiempo, va contra las más elementales normas de exactitud científica. Es imposible que las medidas hayan demostrado sus auténticas consecuencias, menos aún, cuando se presenta una extraordinaria coyuntura económica internacional que nos favorece increíblemente, y a las también excepcionales inversiones extranjeras, especialmente las de las papeleras. Al tomar en cuenta únicamente dos años, cuando es sabido que esas normas demorarán algunos años en mostrar su verdadero rostro, deja la sensación de que lo que se pretende es justificar mandatos que podrían estar violando derechos civiles, a través de un estudio seudo-objetivo.
Es como si alguien que heredó una gran suma de dinero y la está gastando a manos llenas y haciendo toda clase de tonterías, les diga a los que le previenen sobre las nefastas consecuencias de su actuar, que está todo bien porque hace dos años que recibió la herencia y aún no ha pasado nada de lo que le han presagiado.
Cuando a un gobernante o a un científico lo mueve únicamente la búsqueda de la verdad, no le interesa desvirtuar los datos de la realidad, porque sólo en base a ellos, es posible alcanzar los objetivos perseguidos. Por eso son llamativos los siguientes juicios: “no se ha confirmado la tesis sostenida por la doctrina neoliberal según la cual el incremento de los salarios y en general normas protectoras de derecho laboral provocan efectos negativos en la generación de empleo”.
¿Y los 17.497 uruguayos que emigraron en 2006, sorprendiendo incluso a los demógrafos, ya que no se habían dado las condiciones (v. g. crisis económica o dictadura) para que un fenómeno social de esa magnitud se produjera, no le dice nada a la asesora?
Al igual que hiciera Marx en vida, cuando faltan los argumentos o la evidencia empírica contradice sus postulados, el gobierno proclama que las personas que exponen sus falencias, están movidas por intereses mezquinos. Si los que están en el poder están tan seguros de estar en lo cierto, entonces se hace difícil explicar por qué están tan ansiosos por suprimir las teorías contrarias y a los individuos o instituciones que las sostienen.
El querer desprestigiar o incluso, eliminar a quienes exponen críticas a las tesis socialistas en vigor, es prueba de que en su subconsciente, las autoridades están convencidas de que sus propias doctrinas no tienen sustento lógico ni empírico.
En momentos en que los vientos del llamado “Socialismo del siglo XXI” están soplando con fuerza por estas latitudes, es oportuno analizar los fundamentos de esa doctrina.
Aunque muy pocos lo tienen claro, tanto el socialismo como el capitalismo son sistemas económicos. La economía es una ciencia. Como tal, los postulados de las diferentes teorías, deben ser sometidos al escrutinio de la razón, de su coherencia lógica y de sus resultados prácticos.
La epistemología, es una rama de la filosofía que se dedica a determinar qué puede ser realmente considerado conocimiento científico y -- como diría Karl Popper (1902-1994)-- qué es tan sólo “metafísica”. Es decir, proposiciones con “apariencia” de ciencia, pero que en realidad son a-científicas y pertenecen al campo de la pseudociencia.
El socialismo en su versión moderna, surgió durante la llamada “Revolución Industrial”. Fueron varios autores los que propusieron diferentes soluciones a la llamada “cuestión obrera”. Sin embargo, no cabe la menor duda que el que tuvo mayor influencia fue Karl Marx. (1818-1883). Con indiscutible arrogancia, Marx se atribuyó la potestad de bautizar a los otros pensadores socialistas de su tiempo como “utópicos”, a la vez que auto tituló al suyo como “científico”.
Pero, el marxismo, ¿tiene bases científicas o es sencillamente “metafísica”?
Determinar esto no es cuestión baladí, porque implica averiguar si a través de su puesta en práctica se obtienen los resultados esperados, o si estamos simplemente ante supersticiones irracionales muy arraigadas, pero cuyos efectos están muy alejados, y quizás hasta son opuestos, a los proclamados por la teoría.
Para indagar eso, remontémonos a mediados del siglo XIX. En ese momento, los estudios de los economistas clásicos habían demolido enteramente por contraproducentes, las ideas basadas sobre fundamentos falsos de los socialistas utópicos. Los socialistas fueron absolutamente incapaces de elevar alguna objeción a las críticas devastadoras de sus esquemas y de adelantar algún argumento a favor de ellas.
Fue entonces que surgió la figura de Karl Marx, con la solución que podría sacar al socialismo de su “impasse”. Como a través de la argumentación era imposible demostrar la veracidad de sus postulados, recurrió al expediente de atacar a la lógica y a la razón, sustituyéndolas por la intuición “mística”. Sobre la base de la dialéctica de Hegel, decidió que hacer “futurología” era una actitud “científica”. Y determinó, que la causa final de la evolución histórica era el establecimiento de la sociedad perfecta, el socialismo, que duraría mil años.
Sin embargo, todavía quedaba por derribar el principal obstáculo a las ideas socialistas, que era la crítica devastadora de los economistas. Este “problema” Marx lo solucionó, aduciendo que la razón humana constitucionalmente estaba incapacitada para encontrar la verdad. Y que la estructura lógica de la mente es diferente en cada clase social. Lo que cada espíritu produce no puede ser otra cosa que “ideología”. Lo que en el léxico marxista significa, una serie de ideas que distinguen a los intereses egoístas de la clase social a la que pertenece esa persona.
Es un misterio insondable el entender, por qué motivo la “clase trabajadora” estaría a salvo de ese “vicio”. Y parece que los que sostienen esta tesis nunca se pusieron a pensar, que si la teoría marxista es correcta, entonces los que patrocinan al capitalismo lo hacen por intereses egoístas, del mismo modo, que lo hacen los que defienden al socialismo. Lo contrario, sería una contradicción y por tanto, absurdo de sostener.
Marx tenía claro que su teoría no estaría a salvo, mientras que no destruyera el prestigio de los economistas. Ludwig von Mises (1881-1973) dice, que eso fue lo que lo indujo a inventar su “ideología-doctrina”. Su única intención fue destruir la reputación de las enseñanzas económicas, ya que era incapaz de refutarlas mediante la lógica y el raciocinio.
El estaba completamente consciente de su impotencia para refutar las objeciones levantadas por los economistas, acerca de la posibilidad de poner en práctica los esquemas socialistas. Además, estaba tan fascinado por el sistema teórico de la economía clásica inglesa, que estaba firmemente persuadido que era inexpugnable. Sus propias ideas económicas son poco más que un balbuceo de las ideas de David Ricardo (1772-1823).
Cuando los integrantes de la Escuela Neoclásica de Economía, William Stanley Jevons (1835-1882) y el fundador de la Escuela Austriaca, Carl Menger (1840-1921), inauguraron una nueva era en el pensamiento económico con su “Revolución Marginalista”, la única reacción de Marx con respecto a la teoría marginal del valor, fue la de posponer la publicación de los últimos volúmenes de “Das Kapital” y ordenar que fueran accesibles al público, únicamente tras su muerte.
Esta obra cumbre de Marx, es una de las más citadas y a la vez, una de las menos leídas. No tienen mayor importancia las inconsistencias que contiene, porque para ser marxista no se apela a la razón, sino a la fe. Sus postulados no son fruto de la labor científica, sino de los prejuicios y de la adhesión emocional.
Sus seguidores recurren a los mismos métodos que Marx enseñó. Cada vez que surgen argumentos que contradicen la teoría, como no pueden ser refutados, entonces recurren al viejo expediente, conocido desde la época de Aristóteles, de la falacia de ataque al hombre. Antiguamente tildaban de “burgués” a cada crítico. Actualmente, tienen la tendencia a llamar “neoliberal” a todo aquello que detestan, y “progresista” a lo que les agrada.
No sólo en el plano teórico se probó la inviabilidad del socialismo. Su puesta en práctica ha demostrado en forma más que contundente, que empeñarse en su aplicación significa recurrir a la fuerza brutal del Estado, a la censura, a la violencia, a la desconfianza y delación entre los habitantes, muertes más numerosas que las que provocaron los fascismos o las guerras, y la desolación general, tanto en el plano espiritual como en el material. Y ni siquiera así, se alcanzan los objetivos proclamados.
Ante este escenario irrebatible, los “místicos marxistas” nos quieren ahora convencer que, no es que sus ideas sean malas o hallan fallado, sino que en realidad, todavía “nunca” se han aplicado en ninguna parte. ¡Dios nos libre de tanta necedad!
“Búsqueda” nos informa en su número del 15 de marzo, que en el marco de un convenio con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la asesora de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Ana María Santestevan, realizó un estudio para determinar cómo están afectando las nuevas reglas de juego en el ámbito laboral, a la generación de empleo en el país.
Una atenta lectura a la información de prensa acerca del documento, nos permite apreciar que el mismo reúne todas las características propias de un análisis poco riguroso, desde el punto de vista científico, y que más bien contiene numerosas manifestaciones de deseos, no confirmadas por la evidencia disponible.
Para empezar, es ampliamente aceptado que la actitud personal del investigador frente a cualquier indagación con pretensiones de ser científica, debe ser imparcial, por lo que debe omitir cualquier referencia a juicios de valor. A juzgar por la crónica periodística, éstas abundan en el documento de marras. Por ejemplo, leemos que “El análisis resume la nueva normativa laboral (ley de libertad sindical, decreto sobre prevención y solución de conflictos laborales, trabajo doméstico, ley de tercerizaciones, Consejos de Salarios, etc.) y justifica esas medidas en que, ‘a diferencia de los anteriores, el actual gobierno se identifica políticamente con las corrientes de izquierda y por primera vez en la historia del Uruguay resulta electo un partido que coincide en buena medida con los intereses de los trabajadores (…) registrándose un movimiento pendular que pasó de proteger los intereses de las empresas, para orientarse o inclinar la balanza a favor de los trabajadores ’ ”.
En ese párrafo no encontramos nada que pueda ser tildado de rigor científico y sí mucho de apelación a la “mística”. Que este gobierno sea un partido que “diga” que defiende los intereses de los trabajadores, de ningún modo es prueba de que las medidas que está tomando realmente socorran a ese sector en su conjunto. El mismo informe nos da la “pista” acerca de a quiénes está beneficiando realmente, cuando menciona que favorece “especialmente” a “la organización sindical”, “un claro fortalecimiento del sector sindical” y al “Estado”, que es lo mismo que decir al sector burocrático y al partido de gobierno.
Además, en concordancia con el polilogismo marxista, se da por sentado que existe tal cosa como ser “los intereses de los trabajadores”, cuando es obvio que los intereses de los diferentes grupos son disímiles y en ocasiones hasta opuestos. Pero lo que está claro, es que se está violentando el principio constitucional que sostiene, que el Estado no puede hacer diferencia entre las personas, más que aquellas que se derivan de “sus talentos y sus virtudes”.
Confirmando la falta de rigurosidad científica, el documento incurre en el grosero error de dar como probado que, “la convocatoria a los Consejos de Salarios, el incremento de los salarios tanto en el sector público como privado, el fortalecimiento del actor sindical y la creación de normas sobre fuero sindical no impactó negativamente en el mercado de trabajo, sino que, por el contrario, se advierten claras señales de recuperación en los niveles de empleo en el país”. Sacar conclusiones tan categóricas tomando en consideración un período tan breve de tiempo, va contra las más elementales normas de exactitud científica. Es imposible que las medidas hayan demostrado sus auténticas consecuencias, menos aún, cuando se presenta una extraordinaria coyuntura económica internacional que nos favorece increíblemente, y a las también excepcionales inversiones extranjeras, especialmente las de las papeleras. Al tomar en cuenta únicamente dos años, cuando es sabido que esas normas demorarán algunos años en mostrar su verdadero rostro, deja la sensación de que lo que se pretende es justificar mandatos que podrían estar violando derechos civiles, a través de un estudio seudo-objetivo.
Es como si alguien que heredó una gran suma de dinero y la está gastando a manos llenas y haciendo toda clase de tonterías, les diga a los que le previenen sobre las nefastas consecuencias de su actuar, que está todo bien porque hace dos años que recibió la herencia y aún no ha pasado nada de lo que le han presagiado.
Cuando a un gobernante o a un científico lo mueve únicamente la búsqueda de la verdad, no le interesa desvirtuar los datos de la realidad, porque sólo en base a ellos, es posible alcanzar los objetivos perseguidos. Por eso son llamativos los siguientes juicios: “no se ha confirmado la tesis sostenida por la doctrina neoliberal según la cual el incremento de los salarios y en general normas protectoras de derecho laboral provocan efectos negativos en la generación de empleo”.
¿Y los 17.497 uruguayos que emigraron en 2006, sorprendiendo incluso a los demógrafos, ya que no se habían dado las condiciones (v. g. crisis económica o dictadura) para que un fenómeno social de esa magnitud se produjera, no le dice nada a la asesora?
Al igual que hiciera Marx en vida, cuando faltan los argumentos o la evidencia empírica contradice sus postulados, el gobierno proclama que las personas que exponen sus falencias, están movidas por intereses mezquinos. Si los que están en el poder están tan seguros de estar en lo cierto, entonces se hace difícil explicar por qué están tan ansiosos por suprimir las teorías contrarias y a los individuos o instituciones que las sostienen.
El querer desprestigiar o incluso, eliminar a quienes exponen críticas a las tesis socialistas en vigor, es prueba de que en su subconsciente, las autoridades están convencidas de que sus propias doctrinas no tienen sustento lógico ni empírico.
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