23 de febrero de 2007

Estado benefactor


Por Alejandro Vázquez Cárdenas
La Historia Paralela

"El socialismo, es la filosofía del fracaso el credo a la ignorancia, la predica a la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria". Winston Churchill (Ex-Primer ministro de Inglaterra y Premio Nobel de Economia)

A estas alturas del partido nunca me topado con una buena una razón para tener mayor respeto por la real o supuesta cultura de una buena parte de los autoconsiderados “pensadores” de izquierda, ya no digamos de un simple simpatizante o militante cuya adhesión a determinada línea ideológica no siempre está bien definida y bien a bien no sabe con exactitud lo que realmente pretende el partido o facción a la cual está alineado.

Es interesante ver como los viejos dogmas de la izquierda se resisten a morir, es realmente un caso para estudio clínico constatar como una persona, en apariencia sensata y razonablemente documentada se puede mantener impermeable a la realidad, esa realidad que puntualmente se ha encargado de demoler todos y cada uno de los mitos de la doctrina marxista leninista, esa que desde hace años se encuentra en el basurero de la historia a pesar de los intentos por rescatarla.

En un libro reciente, “Suecia después del modelo sueco” (CADAL 2005) cuyo autor es el chileno avecindado en Suecia Mauricio Rojas, se analiza a profundidad que fue lo que pasó con el modelo sueco, considerado mucho tiempo como paradigma de un estado benefactor de corte socialista. En dicho libro estudia sus características, sus fallos y el motivo de su estrepitoso fracaso

El fin del modelo sueco de bienestar que durante décadas fuera el modelo a seguir por la izquierda no comunista ha sido finiquitado. Fue para muchos el modelo de sociedad para seguir, con sus promesas de igualdad, pleno empleo y grandes beneficios sociales. El llamado “modelo escandinavo” de Estado de bienestar era idealizado por países de América latina castigados por recurrentes crisis económicas y profundas desigualdades. Pero como lo atestigua la obra de Mauricio Rojas, Suecia mira al futuro pensando como una auténtica sociedad abierta y apostando, incluso de manera radical como en el caso de la educación, por la descentralización de la administración pública, la privatización de las empresas estatales y la libre competencia en el sector privado.

Ciertamente en países pésimamente administrados como México, con sus grandes carencias y un estado permanente de frustración por la ineficiencia y la corrupción, existe la tentación de creer que puede haber una suerte de “varita mágica” que repentinamente nos dé todo lo que nos hace falta. Puede llegarse a creer que por medio de un “Estado benefactor” con un poderoso aparato redistributivo nos otorgue lo que nuestra pésima economía no nos ha podido dar. Asegurar por decreto a cada uno de nosotros comida, buenas escuelas, hospitales de primera, universidades de excelencia, jubilaciones espléndidas. Todo por la buena fe de un político que haya encontrado el atajo mágico.

Pero eso no es posible, estas ilusiones solo crean inicialmente unas grandes expectativas y luego, al estrellarse con la implacable realidad vemos que no hay atajos mágicos, que si deseamos progresar será por medio del duro camino del esfuerzo empresarial y la creatividad industrial. Triste despertar de la trampa de la demagogia populista.

Ya no hay vuelta atrás al Estado benefactor del pasado. No era, como algunos quisieron creer la culminación del desarrollo humano. Como todo producto histórico terminó por hacerse incompatible con el desarrollo mismo de la sociedad que un día lo vio nacer y hoy pertenece al mundo de los recuerdos y de los mitos.

Cuando la socialdemocracia retornó al poder en 1994 no revirtió las reformas emprendidas por los liberales sino que desarrolló nuevos elementos de cambio. “Desde entonces el gobierno socialdemócrata sueco impulsó una larga serie de privatizaciones en el correo, ferrocarriles, viviendas, energía, etc., aplicó un estricto programa de saneamiento de las cuentas fiscales a través de la reducción del gasto público que bajó progresivamente del 70% en 1993 al 54% en 2001″ se detalla en el libro.

El economista sueco Sven Rydentfelt, como muchos otros economistas, calcularon que la tasa de desempleo real en Suecia llegó al alcanzar en tiempos socialistas entre cuatro y cinco veces superior a la cifra oficial (en torno al 5% hoy en día) si se tiene en cuenta el desempleo encubierto mediante empleos fantasma y artificiales contabilizados por el Estado. La cuarta parte de las pequeñas y medianas empresas desaparecieron en una década. En el sistema médico estatizado, impersonal e inhumano, para una cirugía no urgente de vesícula biliar había que esperar 3 años por término medio. Por ese motivo, el Premio Nobel Gunnar Myrdal, ideólogo del modelo sueco y patrocinador de la socialización de la medicina, decidió pasar a mejor vida en un hospital privado.

Ahora bien, hagamos por un momento a un lado el fácil antiamericanismo que nos implantan en las primarias y midamos los resultados para la población, que en ultima instancia es lo que nos ocupa: Si la Unión Europea fuese un Estado de EE UU figuraría entre los más pobres. Todos los países europeos, salvo Luxemburgo, presentan un nivel de PIB per cápita muy detrás de Estados como Nueva York, Nueva Jersey, Delaware o California. La UE en su conjunto sólo supera a Arkansas, Montana, Virginia Occidental y Misisipí, los cuatro Estados más pobres del país norteamericano.

Si Bélgica fuera un estado de los EUU sería el sexto más pobre. Finlandia el quinto más pobre, empatado con el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania. Dinamarca el décimo. Holanda en noveno. Suecia el séptimo. Irlanda el duodécimo. España y Portugal simplemente serian los más pobres.

La lección sueca es doblemente valiosa, pues muestra ambas partes de la moneda, lo que debe hacerse y lo que no, al mostrar la quimera del admirado estado benefactor que aún subsiste en tantas mentes que se resisten a pensar.

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