El Universal
¿Demócrata? Cualquiera, menos Hugo Chávez. Su presentación del domingo 2 de diciembre por la noche mal puede considerarse la actitud de un demócrata convencido de su derrota o, por decirlo de otro modo, de la victoria de sus adversarios.
Reconocer los resultados del referéndum es una cosa, aceptarlos es muy otra. Y, en efecto, Chávez los reconoció a duras penas, pero eso fue todo. No acepta haber perdido. No computa ese dato electoral que le revela la realidad de un pueblo a la cual es completamente ajeno.
Ahora anuncia otra ofensiva, esgrimiendo la rechazada reforma constitucional. No ha entendido que la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, por decisión mayoritaria, mantiene su vigor. No ha leído el artículo 345 de esta Constitución: "…La iniciativa de reforma constitucional que no sea aprobada, no podrá presentarse de nuevo en un mismo período constitucional a la Asamblea Nacional".
La cuestión ya no es que la reforma rechazada fue la que propuso, por su propia iniciativa, el presidente de la República ante la Asamblea Nacional, y, por lo tanto, podría ahora ser propuesta por la mayoría de los integrantes de la Asamblea Nacional, o por iniciativa de, por lo menos, el quince por ciento de los electores; la cuestión es que "ese" proyecto de reforma constitucional no puede ser propuesto de nuevo bajo ninguna circunstancia, durante este período presidencial.
La cuestión es que aun si modificasen la redacción del texto del proyecto de reforma, suprimiendo o alterando artículos, nada de cuanto contiene dicho proyecto, al menos con respecto a la transformación del Estado democrático y social de derecho y de justicia en un Estado socialista, puede proponerse, ni por iniciativa del electorado, ni por iniciativa de la Asamblea Nacional, en un nuevo proyecto de reforma, sino hasta después de 2012. Y ello por dos sencillas razones: primera, el artículo 345 de la vigente Constitución niega expresamente esta posibilidad; segunda, el pueblo votó "no" a esa reforma. En consecuencia, constituiría un exabrupto jurídico y una violación al precepto constitucional cualquier intento de imponer dicho proyecto de reforma a la Constitución, incluso mediante la Ley Habilitante.
La democracia, tal se entiende hoy en día, consiste en la preeminencia de la voluntad de la mayoría, por pírrica o por escatológica que sea su victoria. Lo normal sería que el Gobierno respetara el resultado del referéndum y se dedicara a gobernar el país con miras a recuperar los votos perdidos. Pero Hugo Chávez es un militar de testa cuadrada con una desmedida ambición de poder, de modo que su renuencia a aceptar los hechos, su iracundia ante la derrota sufrida, es la reacción natural de un antidemócrata convicto y confeso, dispuesto a lo que sea con tal de lograr su objetivo.
No se equivoque el pueblo venezolano. No pequen de ingenuidad política los políticos de oficio. No se engañen aquellos que se conforman con las apariencias. El proyecto de reforma constitucional que ha sido rechazado, no ha sido sepultado. Por el contrario, ya se encargarán el Gobierno y la Asamblea Nacional de insuflarle vida, así sea artificialmente, al margen de la Constitución y de la voluntad de la mayoría del pueblo.
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