30 de enero de 2008

Es contra las Farc

Editorial eltiempo.com

Hay que evitar que por oportunismo político o simple mezquindad, se desvirtúe el sentido de la protesta del lunes.

Pocas convocatorias han producido una respuesta tan masiva y pública como la propuesta de marchar contra las Farc, que a comienzos del año surgió como una espontánea iniciativa ciudadana a través de Internet.

Alimentada por la indignación general que produjeron las "pruebas de supervivencia" de los secuestrados, las mentiras sobre Emmanuel y demás muestras de cinismo e inhumanidad de las Farc, la idea tuvo acogida inmediata. Y en pocas semanas, la consigna de "No más secuestros. No más mentiras. No más muertes. ¡No más Farc!" se expandió por todas las ciudades del mundo donde hay presencia significativa de colombianos. Hasta convertirse en la formidable corriente de opinión que el próximo lunes 4 de febrero movilizará a millones de personas, en Colombia y en el exterior.

El fenómeno es, por supuesto, una confirmación del alcance global de Internet y de su eficacia como medio de comunicación entre individuos y grupos sociales. Pero es, muy especialmente, una demostración contundente del rechazo que suscitan las Farc entre la inmensa mayoría de colombianos.

Hay quienes no entienden, o se niegan a aceptar -por oportunismo político o simple mezquindad-, que el primordial objetivo de la marcha, su verdadero sentido, es que es expresamente contra las Farc. Por todo lo que estas representan como principales responsables del secuestro en Colombia. No se trata, pues, de que la gran movilización del próximo lunes se disperse en consignas genéricas contra la violencia o a favor del acuerdo humanitario. Se trata de enviarles un mensaje concreto y explícito a las Farc; de hacerles sentir de manera directa el inmenso repudio que siente el pueblo colombiano por sus acciones; de presionarlas para que liberen a sus más de 700 secuestrados.

Por eso resultan tan cínicas y desvergonzadas las posiciones de quienes han pretendido desvirtuar la marcha, dizque por "uribista". Como si solo los uribistas tuvieran derecho a protestar contra los secuestros de las Farc. O como si hacerlo fuera un acto de despreciable gobiernismo.

Es esta una manera sectaria y francamente torcida de politizar una iniciativa que tuvo limpio y espontáneo origen en ciudadanos del común. En este sentido, han pelado el cobre de manera lamentable la cúpula del Polo Democrático, algunos grupúsculos que se dicen defensores de los derechos humanos y más de un columnista de prensa (incluidos de este diario), cuya inquina contra Álvaro Uribe no les permite ver ni entender un sentimiento que brota del corazón de todo colombiano al que le repugna el secuestro.

Es imposible evitar que a una protesta de esta naturaleza se unan diferentes grupos políticos, y el hecho de que lo hagan no significa que se la han "tomado". Hay que celebrar, por el contrario, que el mayor número de ciudadanos y organizaciones se sumen a una convocatoria nacional e internacional contra el más abominable y cruel de los delitos. Y contra sus principales protagonistas. ¿Cómo olvidar, en fin, que este flagelo ha fracturado a la sociedad colombiana y que el nuestro es el país donde más se secuestra en el mundo?

Algo deberíamos aprender de la experiencia de países como España, donde la sociedad entera se moviliza contra los asesinatos, atentados y secuestros de la Eta. Contra este grupo terrorista con nombre propio, sin ambages ni rodeos. Cuando secuestraba a personajes con fines de extorsión política o económica, la consigna callejera de millones de españoles no se prestaba a ambigüedades: "¡Eta no! ¡Libertad sí!".

Así debe ser este lunes la protesta de los colombianos: clara, directa y categórica. Y, por supuesto, pacífica.

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