Por: Sergio Jaramillo *
El asesinato de los once diputados del Valle tiene todos los visos de convertirse en un punto de quiebre.
Entre todos los lugares comunes que circulan sobre las Farc, tal vez el más común sea este: que las Farc tienen todo el tiempo del mundo. Una guerrilla rural, que crece al paso de las dantas y al ritmo de las plácidas aguas de los caños del Llano, se rige por otro reloj.
Falso. Toda organización con pretensiones militares está sometida a los rigores del tiempo estratégico, que es la relación entre los objetivos que se ha propuesto y la dinámica que ha logrado desencadenar para alcanzarlos. Las Farc han tenido desde siempre un objetivo ilusorio -la toma del poder-, pero han encontrado consuelo en su crecimiento. Hoy, sin embargo, son tantos y tan claros los síntomas de descomposición y, por tanto, de dilución de esa 'dinámica', que es imposible no llegar a una conclusión: el reloj estratégico corre ahora en contra de las Farc.
El primer síntoma es que sus miembros no quieran pertenecer a la organización. "La gente está aburrida", dicen los desmovilizados. Y las cifras lo confirman: 1.454 hombres y mujeres han salido este año, un incremento de más del 100 por ciento frente al anterior. Algunos frentes prácticamente han desaparecido por la desmovilización. Del 8 salieron 75 en los últimos seis meses. Queda un puñado de hombres rondando sin rumbo por el Cauca.
Parte de la explicación está en la continuidad y la intensidad de las operaciones. "Las Farc eran un relajamiento, un paseo", cuentan los desmovilizados: plata en el bolsillo y un arma para impresionar en los pueblos. Todo eso se acabó. Ahora enfrentan una vida de aislamiento, de noches lluviosas en campamentos improvisados, de combates permanentes. Y cuando la cosa se pone dura es cuando más brillan la falta de convicción y las contradicciones en el interior. "Mientras a nosotros nos toca poner el pecho -dicen los desmovilizados-, los de arriba andan escondidos."
Incluso, sus cuadros se quieren salir. Este año se han desmovilizado 85, no pocos con 20 años en las filas. Por eso, los bloques Oriental y Sur, que se pasaron los años del Caguán acumulando armas de apoyo e infraestructura -armerías, hospitales-, escasamente encuentran quién se haga cargo de lo que les queda. Paradójico pero cierto: las Farc nacieron hace cuatro décadas, pero son cada vez una guerrilla más joven y con menos experiencia.
Los síntomas de descomposición tocan también sus estructuras de comando y control. Desde hace tiempo son evidentes las ruedas sueltas que les crea el narcotráfico (cabecillas que se embolsillan la plata). Es posible que el atroz asesinato de los once diputados resulte ser una prueba más -la más cruel- de esa descomposición. Falta mucho por aclarar, pero el escenario más probable es que un mando por su cuenta -por insubordinación, por venganza, por cansancio- haya dado la orden de asesinarlos, lo que marcaría una seria fractura dentro de las Farc.
Precisamente, ese asesinato tiene todos los visos de convertirse en un punto de quiebre. Hay hechos en la historia que por su brutalidad no solo suscitan especial indignación, sino que condensan sentimientos acumulados y marcan un hito. La gente dice: no toleramos más tanta crueldad. Si eso es así, significaría el fin de las Farc como proyecto estratégico.
Por una sencilla razón. Digan lo que digan algunos analistas, el de las Farc no es un proyecto de "guerra popular prolongada". Las Farc no han sido jamás una guerrilla maoísta, ni se han propuesto pasar por las llamadas "tres fases" de Mao: una defensiva (adoctrinamiento de la población), una de equilibrio (guerra de guerrillas) y una ofensiva (guerra de movimientos y de posiciones). El propósito de Mao era, con el tiempo, "elevar las unidades guerrilleras al nivel de una agrupación de fuerzas regulares" capaz de aniquilar al enemigo. Cuando lo consiguió, en la última fase de la guerra civil, tenía 910.000 hombres en armas y 2,2 millones de milicianos. Lo mismo ocurrió en Vietnam. Giap adapta la estrategia maoísta, pero el éxito militar solo lo consigue en la fase regular: en la ofensiva final del 75 emplea 300.000 hombres, 700 tanques y 400 piezas de artillería.
Las Farc, por el contrario, han estado montadas desde siempre en la vieja estrategia leninista de la insurrección: "Los ejércitos revolucionarios tienen que formar su estrategia no solamente desde el punto de vista estrictamente armado, sino dentro del contexto de la insurrección popular" (pleno de 1989). No podría ser de otra manera, porque la relación hombre-territorio y Fuerzas Militares-guerrilla jamás les daría para pensar en un enfrentamiento regular. Por eso se propusieron, en su plan estratégico, juntar una fuerza de 32.000 hombres, para que la mitad formara columnas móviles que atacaran el centro de despliegue y simultáneamente lograran provocar una insurrección.
Ya sabíamos que jamás tendrán esos 32.000 hombres -la Fuerza Pública los ha reducido a menos de la tercera parte- y que su trabajo organizacional en las ciudades no avanza: a falta de convicción, las Farc se ven obligadas a contratar milicianos (caso de Cali) y a becar estudiantes. Ahora las marchas de protesta por el fusilamiento de los diputados nos muestran sin ambigüedad el otro lado de la ecuación. En lugar del "auge revolucionario del pueblo" -la base de la insurrección, según Lenin, y la mitad del plan estratégico de las Farc-, se ha consolidado un activo rechazo de la población. No hay de otra: el proyecto estratégico de las Farc fracasó; fin de una ilusión.
¿Cuánto tiempo tardarán en aceptarlo? Las Farc no están derrotadas, pero todo juega en su contra. La Fuerza Pública les cierra cada vez más espacios, y los cierra con el resto del Estado. Su propia gente no ve la hora de salir. Todos los desmovilizados coinciden en que la mayoría quiere una vida normal: estudiar, trabajar, dedicarse a causas sociales, poder tener hijos. Sobre todo, el país va para otro lado. "La población civil ya no les camina a las Farc", dicen los mismos desmovilizados. Las Farc podrán pensar que mantienen una existencia mojando prensa con secuestros y terrorismo, pero será una existencia virtual: el fundamento de su proyecto se quebró. Y el tiempo estratégico se les agotó.
* Viceministro de Defensa
Sergio Jaramillo *
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