12 de febrero de 2008

Las FARC en el Palacio de Nariño


Por: Roberto Giusti
El Universal - Venezuela

Algunos cómplices pasivos de la guerrilla se han atrevido a respaldar la exigencia de concederle beligerancia a las FARC, para negociar un acuerdo de paz, bajo el argumento de que, además de constituir una realidad inevitable (tesis de Chávez) no importa si en el camino "se han desviado", es decir, han traicionado sus valores ideológicos fundamentales para convertirse en una aparato terrorista y en una transnacional de la droga.

Lo trascedente, se arguye, es que aún privan las razones (injusticia, exclusión, miseria, explotación) que le dieron vida a la insurgencia. Y la conclusión es que, incluso derrotando militarmente a quienes llaman "rebeldes", la paz será imposible porque las condiciones de vida, en Colombia, serán iguales o peores que en el pasado.

Si por un momento le diéramos vuelta a tal argumentación e imagináramos que las FARC terminan ganando la guerra y tomando el poder, ¿realmente comenzaría a vivir Colombia un era de abundancia, prosperidad e igualdad? Si nos atenemos a la opinión de los susodichos cómplices pasivos, la situación sería igual o peor porque, desviados de sus propósitos originales, antes que un gobierno de inspiración popular, se establecería un narco estado totalitario. Basta sólo con observar qué ocurrió en los 42 mil kilómetros, la zona de despeje, que les otorgó el Gobierno de Pastrana a las FARC, aquella legendaria República del Caguán, para negociar una paz que nunca llegó.

Allí se instaló un gobierno que además, de fortalecerse militar y políticamente y de instaurar la pena de muerte y los juicios sumarios, extendió los sembradíos de coca, estableció centros de entrenamiento para el terrorismo y fundó campos de concentración donde las víctimas de los secuestros vivían en condiciones inhumanas, como sigue ocurriendo en buena parte del territorio colombiano donde aun las FARC son las dueñas.

¿Puede operar el milagro de que las FARC, una vez en el Palacio de Nariño, se transformen en algo que dejaron de ser o quizás no fueron nunca? La respuesta no es pertinente porque ni de milagro eso va a ocurrir. Y si ocurriera y fueran un gobierno revolucionario, al estilo soviético (su modelo original) cubano o venezolano, pues ya sabemos que lejos de reducirse, las causas de la injusticia, del atraso y de la miseria se agravarían y multiplicarían.

¿Resulta, acaso, el Gobierno de Uribe, un paradigma de democracia, justicia social y desarrollo económico? Eso resulta un tema discutible, pero es claro que una inmensa mayoría de los colombianos lo prefiere al tiempo que expresa un rechazo abrumador por las FARC y quienes las apoyan. Unas FARC que son las últimas en desear la paz porque con ellas se esfumarían su ya menguante poder militar, su declinante control territorial y las incalculables ganancias procedentes del narcotráfico, la extorsión y el secuestro.

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