25 de septiembre de 2007

Yo me re-encaucho!

21 de septiembre de 2007

"Español eres un imperialista - Hugo Chavez"

En sus maratonicas dominicales en donde el "gorila rojo" habla, habla repudiando y odiando a todo ser vivo nos enseña su particular visión historica de la conquista de america...

11 de septiembre de 2007

Cuatro golpes de gracia

La captura de Diego Montoya, uno de los 10 hombres más buscados por el FBI, se suma a la muerte de Tomás Medina, alias el Negro Acacio, y a la caída en Brasil de Juan Carlos Abadía. Sin duda, un momento histórico para las Fuerzas Militares y de Policía.

En las últimas ocho semanas, las cosas se les están dando a las Fuerzas Militares y de Policía. Los resultados son inobjetables y animan al país a seguir confiando en nuestra fuerza pública, en su incansable tarea de darles bienestar y seguridad a todos los colombianos.

El pasado 18 de julio, en jurisdicción de Uribe en el departamento del Meta, el Ejército Nacional atacó el campamento de uno de los líderes guerrilleros más importantes de las Farc, Carlos Antonio Lozada, quien logró escapar herido, pero no tres de sus hombres de confianza quienes murieron en el acto. Allí se encontró material muy valioso que está en manos de las autoridades y que ya tiene consecuencias internacionales, como es el triste diario de la guerrillera holandesa Tanja Nijmeijer.

Pocos días después de ese suceso, el 7 de agosto, llegó la noticia de Brasil: Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, uno de los narcotraficantes más buscados en el mundo, había sido capturado en Sao Paulo con ayuda de la inteligencia militar colombiana, estadounidense y brasileña. La captura desencadenó una serie de investigaciones en Colombia, como la incautación de algunos bienes del narcotraficante y la identificación de rutas del ilícito.

Este primero de septiembre, en Buenos Aires, un punto geográfico entre Barranco Minas y San José del Guaviare, durante la operación denominada Sol Naciente, fue dado de baja Tomás Medina Caracas, alias el Negro Acacio, quien cayó abatido, al lado de otros 17 guerrilleros, en un bombardeo sin precedentes en la historia de la lucha antiguerrilla. Este ha sido uno de los golpes más duros recibidos por la subversión en los últimos años, y máximo en valor militar en un territorio que se creía inexpugnable y santuario impenetrable de las Farc.

Y, finalmente ayer, 10 de septiembre, durante la operación denominada Simeón, desarrollada en la finca El Pital, en el municipio de Zarzal, Valle del Cauca, fue capturado con 10 delincuentes más, uno de los narcotraficantes más buscados por el FBI: Diego Montoya Sánchez, alias Don Diego, por quien se ofrecía una recompensa de 5 millones de dólares.

Sobre los coletazos de esta captura no hay mucho qué decir, pues sólo ahora se empezarán a unir los cabos sueltos y a cotejar la información que las autoridades le puedan lograr sacar al importante capo de las drogas del norte del Valle. No obstante, ya se empiezan a desgranar varias operaciones de menor escala en la zona para dar con el paradero de sus lugartenientes, que dominaban varios municipios de esta rica región y quienes habían logrado infiltrar algunos organismos de control y seguridad.

Bien lo ha dicho el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos: estos últimos logros de las Fuerzas Militares y de Policía son un premio al valioso trabajo de muchos años y a la línea que este Gobierno viene dando con la política de Seguridad Democrática. Por los resultados de las últimas operaciones podemos festejar que hay un Ejército a la ofensiva; una Policía que genera confianza y da resultados; una Fuerza Aérea que cubre el territorio nacional y brinda seguridad y una Armada motivada para coadyuvar con esos colombianos que se enfrentan con los actores armados ilegales.

Podemos esperar que estos hechos, específicamente militares, sean una muestra al mundo de que tenemos un Gobierno con una idea clara y firme de lo que es combatir al narcotráfico y al terrorismo. Sin duda alguna, estas trepidantes últimas ocho semanas le cambiarán la cara al conflicto colombiano, penetrado transversalmente por el flagelo del narcotráfico.


Historia americana - según Michael Moore

3 de septiembre de 2007

Nada más injusto que la justicia social

Por Gabriel Gasave
América Latina es una de las regiones más postergadas del planeta no es nada nuevo. Tampoco lo es el hecho de que la brecha entre pobres y ricos en la región cada día se está ampliando más y más.

Décadas de estatismo y clientelismo político lo único que han logrado es que está situación sea cada vez más grave y notoria. Sin embargo, desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego se sigue insistiendo en la necesidad de que los gobiernos jueguen un rol preponderante en la tarea de tornar más justas y equitativas a nuestras sociedades.

Una vez más, nuestros caciques políticos hacen hincapié en que los ajustes de las economías regionales no deben traer aparejado un nuevo sacrificio para los sectores más desprotegidos de la sociedad.

Gran parte de la opinión pública coincide con ello y ruega por la puesta en práctica de la vieja idea de la redistribución de ingresos, creyendo que si se pone a la solidaridad en manos de esos iluminados burócratas, la condición de la gente va a mejorar-como si la situación actual de nuestros paupérrimos conciudadanos no fuese una muestra de lo que sucede cuando la solidaridad es colectivizada.

Por ello, resulta imperioso analizar qué idea económico-filosófica se encuentra detrás de las políticas redistribucionistas, aglutinadas hoy día bajo esa contradicción en términos que se ha dado en llamar la justicia social.

Repartiendo el pastel
Existen básicamente dos concepciones acerca de la riqueza y de la forma en que la misma debería ser distribuida en la sociedad.

1) La altruista-colectivista, actualmente predominante entre la opinión pública y la llamada clase dirigente. La misma sostiene que:
a) Dada una cantidad de riqueza determinada, lo que debemos hacer respecto de ella es ver de qué manera la vamos a repartir, a redistribuir entre todos nosotros.

b) Nadie se cuestiona en esta posición respecto de cómo surgió esa riqueza, ni de quiénes fueron los que contribuyeron a su concreción. Tan solo se preocupan por ver cómo hemos de repartirla.

c) Finalmente, esta postura considera además a la riqueza como algo estático, como lo sostenían los mercantilistas en el siglo XVIII. Al ser ese “pastel” algo estático, siguiendo con este punto de vista colectivista, si alguien obtiene una porción más grande del mismo va a ser en desmedro de algún otro que ha recibido una más pequeña.

La sociedad se convierte así en una especie de “Juego de Suma Cero,” en el cual lo que uno gana es lo que otro ha perdido. Es ante esta injusticia, sostienen sus defensores, que el Gobierno debe utilizar la totalidad de sus medios a fin de que todos reciban una idéntica tajada.

2) La otra posición sobre el particular, es la que tiene lugar en una sociedad libre y a la que podríamos sintetizar de la siguiente manera:

a) Siguiendo con la metáfora del “pastel,” el mismo no tendría límites, y nunca terminaría de estar “cocinado,” pues ese día pondríamos fin a la evolución de nuestra especie y comenzaríamos nuestro regreso a la época de las cavernas.

b) La riqueza no nos viene dada, sino que debe ser creada a través del proceso de mercado. Permanente les escuchamos decir a nuestros petulantes mandatarios que Latinoamérica es una región naturalmente rica, con amplias y fértiles extensiones de tierra y abundantes recursos naturales. Esto es cierto, pero no suficiente.

Hoy día la riqueza está dada fundamentalmente por el hecho de contra con cosas tales como computadoras, satélites de comunicaciones, fibra óptica, etc., y todo ello requiere esencialmente de un previo proceso de acumulación de capital para su realización, proceso al que nos hemos empecinado en atacar y destruir en aras de la “Soberanía Nacional” de manera sistemática desde hace ya muchísimos años, a través de toda una gama de artillería intervencionista, de la destrucción de varios signos monetarios y de una presión fiscal agobiante.

c) En una sociedad libre, cada uno recibirá de ese “pastel” en función de cómo haya contribuido con sus recursos y su esfuerzo personal en su elaboración. Esto es a lo que Ulpiano se refería al definir a la justicia como un “darle a cada uno lo suyo,” principio nada atractivo para los parásitos que aspiran a vivir de sus semejantes productivos y que pregonan que “a cada cual según su necesidad” en lugar de la racional “a cada cual conforme su capacidad.”


Cuando el robo se vuelve legal
Bajo un sistema de genuino laissez faire, la única alternativa que tiene cada uno de nosotros a fin de subsistir y de progresar, es atendiendo de la mejor manera posible las necesidades del mercado, es decir, de nuestros semejantes. Por supuesto que contamos con otra posibilidad para alcanzar dichos objetivos: la de robar.

Este camino podría adoptar dos modalidades básicas:

Hacerlo revolver en mano, lo que no solamente no es elegante y trae aparejado el descontento de nuestras víctimas, sino que además puede conducirnos a la cárcel; o realizar el saqueo de una manera mucho más sutil y menos riesgosa, logrando que el gobierno robe por nosotros.

Todo aquel que goza de un subsidio, de una exención fiscal, de una protección arancelaria, de un monopolio concedido por ley, etc., se está beneficiando en desmedro de todos nosotros, es decir nos está robando, con la ventaja de que ese acto, a todas luces ilegítimo, goza del amparo de la ley.

¿Justicia Social o Zoocial?
Ese saqueo legalizado es el corazón de las políticas que tienen por objeto redistribuir ingresos o de justicia social. Con esta expresión suele ocurrir algo parecido a lo que sucede con aquellos que creen haber presenciado un fenómeno ovni: se la pasan hablando de él, pero no pueden precisar realmente de qué se trata. Con la justicia social ocurre otro tanto. No hay dirigente político, sindical o eclesiástico que no deje de apabullarnos hasta el hartazgo con la necesidad de alcanzarla.

Ahora bien, en cuanto uno los interroga acerca de su real significado y de qué aspectos de la misma la convertirían en más loable que la mera justicia, no se obtiene respuesta alguna.

Si concordamos en que lo justo es “darle a cada uno lo suyo” y observamos como las políticas de justicia social le quitan a unos lo que les es propio, para darle a otro lo que no le corresponde, ni le pertenece, notamos entonces que estamos ante una clara injusticia.

Podemos concluir, que no hay nada más injusto que una buena justicia social, la que no es otra cosa que ponerle un nombre sofisticado al viejo acto de robarle al prójimo, motivo por el cual, a nuestro juicio, más que social debería denominársela “zoocial,” en virtud de que nos trata a todos como animales de sacrificio para los fines de terceros. El ser humano es un fin en sí mismo, mientras que la justicia social nos considera a cada uno de nosotros como un mero medio para los fines de los demás, como “carne de cañón” que debe ser sacrificada en aras de la tribu o de ese engendro imposible de definir llamado bien común.

Primera del singular
Al sostener una posición como la descrita, no es extraño que alguien nos cuestione acerca de ¿qué sucederá con los pobres y los necesitados en una sociedad libre? ¿Qué vamos a hacer por ellos?
Aquí es precisamente donde radica el error. No se trata de qué vamos a hacer, sino de ver qué voy a hacer yo por los necesitados (si es que entre mis valores se encuentra el hecho de brindarles mi ayuda.)

Debemos comprender de una buena vez que tanto la solidaridad como la caridad son actos esencialmente individuales y libres, imposibles de ser colectivizados sin perder su esencia. Yo soy solidario o caritativo cuando voluntariamente me desprendo de algo que me pertenece (si me roban so pretexto de ayudar a un tercero, ni yo, y mucho menos el ladrón, estamos siendo solidarios, y si además se hace demagógica propaganda del hecho, el mismo se convierte en una verdadera burla al supuesto beneficiario).

Debe entenderse que la única obligación que debería sernos impuesta para con nuestros semejantes es la de no molestarlos, ni inmiscuirnos en el ámbito de su libertad. Todo lo demás que deseemos hacer con y para ellos, debería quedar librado exclusivamente a decisiones personales y voluntarias. Para cerrar estas reflexiones, nada me parece más adecuado que acudir a los argumentos que la Sra. Ayn Rand expone en una de sus obras:

La próxima vez que usted se encuentre con uno de esos soñadores “inspirados por el bien público”, que le espete con rencor que “ciertas metas muy deseables no pueden ser alcanzadas sin la participación de todos” dígale que, si no puede obtener la participación voluntaria de todos, será mejor que esa meta permanezca sin ser alcanzada- y que las vidas humanas no le pertenecen, ni tiene derecho a disponer de ellas.

Y, si lo desea, déle el siguiente ejemplo de los ideales que pretende. Es posible para la medicina quitar las córneas de los ojos de un hombre inmediatamente después de su muerte y transplantarlas a los ojos de un hombre vivo ciego, devolviéndole así, en ciertos tipos de ceguera, la vista. Esto, de acuerdo con la ética colectivista, presenta un problema social.¿Debemos esperar a que un hombre muera para quitarle los ojos cuando hay otros hombres que los necesitan? ¿Debemos considerar los ojos de todos como propiedad pública y proyectar un método de distribución justo? ¿Estaría usted de acuerdo en que se le quite a un hombre vivo un ojo para dárselo a un ciego e “igualar” así a ambos, NO? Entonces no continúe bregando por cuestiones relacionadas con “proyectos públicos” en una sociedad libre. Usted conoce la respuesta. El principio es el mismo.(“La Virtud del Egoísmo”- Éticas Colectivizadas. p.20.)

Tras largas décadas de haber atacado sistemáticamente a la generación de riqueza, nuestros mandatarios deberían añadirle algo de sentido común a sus ya conocidas nobles y buenas intenciones. Deberían percatarse de que la solución no pasa por el hecho de terminar con los ricos sino por ampliar su número.

Text Widget

Text Widget

IP
Map IP Address